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¿Y AHORA QUÉ LES DIGO? – VOCES PROPIAS

Reflexionando estos días sobre la crisis sanitaria que estamos sufriendo, con sus consecuencias social-económicas incluidas, me ha llevado a recordar antiguas reflexiones no muy lejanas en el  tiempo, sobre la anterior crisis que padecimos y que paso a compartiros.
Ilustración: Valen20

Una invitación para quienes, habiendo aprendido, desaprendieron.

Una de las más terribles consecuencias que nos está dejando esta crisis, que estamos sufriendo, es que se están poniendo en duda verdades que se habían convertido en la brújula de aquellos que forman parte de mi generación…

(50 y tantos ).

!! Estar hoy desorientado, que pensemos que estamos en un callejón sin salida o en medio de una niebla que no tiene fin !!.

En mi caso es aún peor, más peligroso: Soy Formador Ocupacional.

Hace poco, en el último curso que impartí para el Servicio de Empleo Murciano y orientado a desempleados me encontré con alumnos con edades comprendidas entre los dieciocho y 54 años. Con los jóvenes, además de ser más asertivos, tuve que darles unas sonrisas de esperanza y las aceptaron con agrado. El problema (emocional ), lo tuve cuando noté el lenguaje de ironía no verbal, de aquellos que superaban las cuatro décadas.

!!Me sentí como si de un mago de feria fuera !!.

Esos, que te elevan a un mundo de ilusión en un momento dado, para más tarde pegarte la ostia que te ofrece la realidad de la conciencia en la que uno vive.

Recuerdo que uno de ellos me dijo:

» Siempre nos han dicho lo que teníamos que hacer: estudiad, trabajad, y veréis que el sacrificio y el esfuerzo nos hacen mejores «.

Doy las gracias a los jóvenes que me acompañaron en el curso porque como suele suceder, el maestro siempre aprende de sus alumnos.

Pero a mis coetáneos, a aquellos que pertenecen a mis generación, decirles que llegó la hora de reciclarnos, que ya no nos vale lo que aprendimos, que tenemos que explotar la baza de la experiencia, de los conocimientos sociales adquiridos, de la fauna de amistades que hemos creado en nuestros últimos 30 o 40 últimos años, que sigamos estudiando, aprendiendo, que seamos honestos, que recuperemos y afloremos esos valores que nos enseñaron nuestros mayores, que nos queda mucho que dar.

!! Y QUE RECIBIR!!

GRACIAS a todos ellos: jóvenes y mayores.

Y es que:

!! ENSEÑAR ES APRENDER DOS VECES!!

Feliz día gente maravillosa.

Texto: JLA/Murcia2016 – Alicante2020

Ilustración: Valen20

EL C.A.I Y EL CONFINAMIENTO. MI CASA

Estamos a 21 de abril de 2020, resido en el Centro de Acogida e Inserción para Personas Sin Hogar (CAI) de Alicante desde el mes de noviembre del año pasado, inicialmente estuve quince días en alojamiento, y con posterioridad entre a formar parte del programa de búsqueda activa de empleo (BAE), tras ser valorado por los profesionales del centro, después de tener varias entrevistas con (educadores, orientadora laboral, psicóloga, trabajadora social, TAES …), a los pocos días y siguiendo las directrices de los profesionales del centro tuve las primeras entrevistas de trabajo en distintas empresas de Alicante, la verdad es que me sentía bien y con el apoyo diario de este grupo de profesionales que no dejan que decaigan los ánimos. 

No me supuso un gran esfuerzo adaptarme al centro, ni a sus normas, que las hay, como en todos sitios. En cuanto a los compañeros, pues como en todos sitios, haces más amistad con unos que con otros, y poco a poco se va formando el “grupito”.

Llego Navidad, y el ambiente era bastante bueno tanto con los compañeros como con el personal del centro (actividades, preparativos, risas, comidas navideñas, dulces), pero lo más importante “buen rollo”.

Pasadas las fiestas volvimos al día a día, con reuniones con los profesionales, envío de curriculum, entrevistas … con el solo objetivo que encontrar trabajo.

Poco después se empezó a oír en las noticias lo que estaba pasando en China con el coronavirus, aunque no le dábamos importancia, lo veíamos muy lejano, vamos que eso era cosa de los “chinos”, poco a poco nos dimos cuenta de que no era así, y llegó, vaya si llegó, y para quedarse.

En el Centro, antes de llegar el Decreto de confinamiento, cohabitábamos los residentes con las personas sin hogar que entraban y salían, como era habitual todos los días, para descansar, cargar los móviles, entrevistarse con trabajadoras sociales, etc …, pero el virus ya estaba aquí. En este momento fue cuando todos los profesionales y la dirección del centro se pusieron manos a la obra y empezaron los cambios (zonas delimitadas para los no residentes, reducción de horarios de estancia en el centro …) con el fin de evitar contagios, lo que era muy difícil dado el gran número de personas que estábamos conviviendo a diario. Los días iban pasando, y por fin el Ayuntamiento de Alicante acondiciono un espacio para que las personas sin hogar pudieran estar confinadas, pues, se acercaba el día del “confinamiento”, del cierre de puertas.

Cuando llegó ese día, en el centro éramos más de 50 usuarios y tocaba hacer muchos cambios, habilitar espacios, cambiar hábitos, seguir unas normas de conducta, de aseo, salir a la calle lo estrictamente necesario.

Y lo que paso después fue que apareció Fidel (el director del centro) para ponerse manos a la obra, y con la convicción de que íbamos a conseguir ganar al “bicho”, aunque yo creo que el único que pensaba eso era él, eso sí estuvo quince días sin parar ni de día ni de noche, yo creo que ni dormía.

Y empezaron los cambios, muchos cambios:

  • Se cambió la sala de TV por otra más grande y ventilada.
  • Se creó un espacio para personas de riesgo, ya sea por edad o por enfermedad.
  • Residentes alojados en la primera planta, en situación de riesgo, se les cambio a la segunda planta, donde cada persona tiene una habitación individual.
  • En la planta baja se instaló un lavamanos en tiempo record.
  • Se instaló una segunda sala de TV para las personas de más riesgo.
  • Se puso en funcionamiento la biblioteca y sala de ordenadores en horario de mañana y tarde.
  • Se cambió el horario de desayuno, ya que bajamos de las habitaciones una hora más tarde.
  • A los residentes en segunda planta se les permitió estar más tiempo en la planta.
  • Se crearon dos turnos de desayuno, comida y cena, para evitar que las personas más vulnerables estuvieran en contacto con los demás.

La finalidad de estos cambios y otros muchos, como guardar la distancia entre personas, el uso de mascarillas, de guantes … solo era evitar las aglomeraciones y que estuviéramos repartidos en distintas estancias.

Y qué decir de los profesionales que vienen a diario a hacer su trabajo con una sonrisa, y algunas veces hay problemas de convivencia, malos rollos, alteraciones de conducta …, y ahí están para solucionarlo de la mejor forma posible, son “la hostia”, cuando se enteran que tenemos algún problema hay están para intentar solucionarlo, y si no están te llaman, te mandan correos … no se puede superar lo “grandes personas” que son, y hablo de personas dejando lo profesional a un lado, son maravillos@s, buena gente; aunque no me extraña, tienen un buen “maestro”.

No me quiero olvidar ni mucho menos de ese personal de limpieza, lo tienen todo como el jaspe, se puede comer en el suelo, les aplaudimos diariamente; y que decir del personal de cocina, con dos turnos, pa volverse locas, y el bizcocho de los domingos, que rico.

Cuando he empezado a escribir lo primero que he puesto ha sido la fecha, pues sí, después de más de cuarenta días de confinamiento se ha logrado lo impensable el día que se cerraron las puertas, “CERO CASOS DE CORONAVIRUS”, el bicho no ha podido con el CAI, que unidos hemos conseguido lo que muchos pensábamos, me incluyo yo, que era imposible; todo ello gracias al gran hacer de todo un equipo humano que han puesto su empeño día a día en que esto sea una experiencia positiva, que nos sirva para ser mejores personas, a valorar otros aspectos de la vida; cuando ocurre un hecho como este, de esta envergadura, todos estamos expuestos a lo peor, da lo mismo que seas ric@ que pobre, negr@ que blanc@, fe@ o guap@, y lo que nos hace más fuertes es la unión, el compañerismo, el compromiso y decir en voz alta “de esta salimos”    RESISTIREEEEEEEEEEEEEEEE.

Confinamiento en la exclusión social

Lo primero que aprendes cuando empiezas a trabajar con personas sin hogar es, que no es lo mismo un hogar que un techo o que una casa. Aprendes la evolución que ha tenido la definición de este colectivo, basadas estas definiciones en el tipo de atención que se les ha ido prestando a las personas sin hogar.  Desde “transeúntes”, porque transitaban de ciudad en ciudad por albergues en los que se  les ofrecía tres días de alojamiento y una corta entrevista con “la asistenta social” para ver qué podía hacer por ellos/as, pasando por “sin techo”, cuando los albergues empezaron a ser centros de acogida, centros de día, centros de calor y café, y ofrecían algo más que pernocta y manutención básica; hasta llegar a “persona sin hogar”, que implica un plus cualitativo en la atención al añadir el término-concepto persona y nos remite a las sensaciones que nos evocan la palabra hogar para evidenciar las carencias de estas personas.

Virginia Wolf decía “en realidad, nada ocurre hasta que se describe”, ella se refería a las mujeres y a todo lo femenino, al uso del lenguaje neutro que invisibiliza a las mujeres, pero con las personas sin hogar pasa un poco lo mismo, no se nombran, no tienen un nombre en concreto, no son “las mujeres”, o “la tercera edad”, o “los hombres”, son personas, población, gente, ciudadanos y ciudadanas…inespecíficas, que resulta que no tienen hogar, ni techo, ni casa.

El lenguaje es importante porque estructura la mente, dicen las y los profesionales de la psicología, y porque otorga identidad a las cosas y a las personas. Cuando le dices a una persona sin hogar: “quédate en casa”, estamos multiplicando por cero. Estamos multiplicando la invisibilidad. Un mensaje mundial, globalizado como es éste, deja fuera una vez más a cada una de las personas sin hogar, a cada una de ellas en la situación que cada una esté viviendo.  Es una curiosa paradoja: cuando lo más importante en nuestras vidas es nuestra casa, cuando el mundo se paraliza para cuidarse y protegerse en casa, cuando la casa es la vida, aquellas personas que no tienen una, ni siquiera son una noticia que dura más de un día, no son prioridad en los debates ni en las medidas. La invisibilidad sigue siendo su marca, elevada a la pandémica potencia.

Aquellas personas sin hogar que han tenido la suerte de coincidir en tiempo y espacio con su alojamiento en uno de nuestros recursos, pasará el confinamiento bajo techo, y en el caso del CAI, rodeadas de un equipo excelente de profesionales que procuran a diario que además de techo, tengan hogar. Al resto, el “quédate en casa”, les sugiere una vez más que el mundo sigue funcionado sin tenerles en cuenta  y que su confinamiento tendrá que ser en la exclusión, su casa es la exclusión.

Un compañero del CAI nos pidió que reflexionáramos sobre esta pandemia para dejar constancia de este malsueño de cara al futuro. Una de las preguntas que nos hacía era, ¿qué haces con tu tiempo libre estos días?, otra de mis compañeras argumentaba que con tanto trabajo no tenía tiempo libre. En realidad, creo que no tenemos tiempo libre, tenemos tiempo en casa. Las/os que tenemos casa, y tenemos hogar, ahora más que nunca la identificamos con nuestra vida, ahora más que nunca vivimos nuestras casas, ya no son únicamente el lugar donde llegar a descansar o donde pasar nuestro tiempo libre o cenar en familia, ahora son nuestro lugar de trabajo, de descanso, de encuentro, nuestro gimnasio, nuestro colegio. Nuestra casa es nuestra vida.  Entonces, ahora más que nunca, las personas que no tienen casa, ¿no tienen vida? Nostras, las personas con hogar, estamos confinadas en nuestras casas; ellas, las personas sin hogar , siguen confinadas en la exclusión.

Y salimos cada día a aplaudir desde los balcones de nuestras casas, y soñamos y tenemos la confianza plena en que esto pasará, que todo irá bien y que ya queda un día menos. Un día menos para salir de nuestras casas. A las personas sin hogar no creo que les importe mucho que podamos salir de nuestras casas, les importará en la medida en que al mundo le está importando que ellas no puedan confinarse en una.  En ellas se ha cumplido aquello de “que paren el mundo que quiero bajarme”, el mundo ya se ha parado, y las personas sin hogar ya se han bajado, si es que alguna vez estuvieron dentro.

Cristina Jordá Cerdá
Trabajadora Social del Centro de Acogida para Personas Sin Hogar (CAI) de Alicante, gestionado por FSC.